Cuentos sobre Jean LesBaker, amante y practicante de la Ciencia del análisis y la Deducción, y el Dr. Alejandro Mónaco, su socio y leal confidente. Abanderado de la nueva ciencia detectivesca. Basados en los cuentos y novelas escritas por Sir Arthur Conan Doyle.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

La Casa de la Bruja (parte 1 de 3)



No todos los casos que ocupaban al Sr. Jean LesBaker, practicante de la ciencia de la deducción y la observación metodológica, y su servidor y quien les escribe, el Dr. Alejandro Mónaco, eran concernientes a Blackmind y a su terrible organización “Los Miserables”, que podrían mantener en vilo a todo un mundo si es que así lo propusiesen.

Recibiamos otros clientes, atendiamos casos particulares, además, en el 949C de la Calle Piribebuy, que ayudaban además a sostener el estilo de vida de LesBaker y el mío, a pesar de vivir particularmente vidas separadas a no ser por los diferentes hechos extraños que en ella componían.

Era el caso de la Sra. Maria Eugenia Pilar, o “Ña Euge” como la conocíamos coloquialmente, en nuestros aposentos. Aunque no teníamos casera, era ella la que acudia 3 veces a la semana a limpiar nuestros departamentos. Mirando en retrospectiva, le estoy agradecido a esa mujer de tierras adentro que no dudaba un segundo en limpiar las manchas de sangre dejadas por nuestros férreos contrincantes en la cruzada contra lo desconocido.

No obstante, ocurrió una ocasión en que Ña Euge llegó a nuestros departamentos pálida, con una solicitud que nos había asustado un poco a mí y a LesBaker.

Verán, Ña Euge era en si una mujer bastante fuerte, a no dejarse engañar por los pelos plateados o el rostro medianamente arrugado, producto de la edad. A pesar de sus 65 años, que ella reclamaba tener, con sus 5 hijos ya crecidos y por el mundo, esta dama no se resignó a pasar sus días de ocio… en ocio. Venía todas las mañanas al 949C y con ahínco y displicencia limpiaba toda la dependencia, además de preocuparse por la alacena.
LesBaker mostraba admiración hacia la mujer, algo raro teniendo en cuenta la prognosis psicológica de él. Se notaba el aprecio, por ello LesBaker fue el primero en mostrarse preocupado por ella.

Ña Euge vivía en esos entonces en la ciudad de Paraguarí. El trajinar diario al 949C recién concluia a la tarde, y para la noche ella llegaba a su casa. Pero, según comentó ella, algo extraño estaba pasando en sus tierras.

- Cuentame con lujo de detalles, no obvies nada, Ña Euge.
- Oima, che karai (Está bien, mi señor) – Ña Euge, aunque manejaba el español, no lo hablaba mucho, siendo la lengua materna del Paraguay, el Guaraní, su dialéctica en cuestión. Para facilitar al lector, la alocución de Ña Euge será traducida directamente.
- Mire, señor, que llegaba yo de mis labores diarias con usted a mi casa, a eso de las 19:30 de la noche, hace unas 2 semanas. Al llegar a mi casa, encuentro que mi puerta estaba abierta, pero no tenía signos de haber sido forzada…
- Cómo supo eso, Ña Euge? – Atiné a preguntar
- Recordé que el Sr. LesBaker me explicó que si no estaba la puerta o el marco picado, o el picaporte en si no bailaba, no fue forzada. Lo extraño es que, al revisar en ese momento, no encontré nada que falte, no fue un robo, por eso dejé pasar. Pero ayer, de noche, tras volver de la casa de Ña Jacinta, mi amiga, pasó algo extraño…
- Que fue lo que sucedió? – preguntó LesBaker
- Encontré pisadas extrañas, parecidas a las de un niño, señor. Mi piso es apenas una enlozada de cemento, que la mandé hacer hace un año, pero parecía que esas marcas de pisadas se hicieron en el momento de colocarla, estaban hundidas en el piso. No solo eso, ayer que hizo 28 grados a la noche… Parecía que estaba en un invierno de los más fríos.
- Algo más? – inquirió el detective
- No, señor, no que me haya percatado.
- Hm… Extraño. Usted llegó a mover algo de su casa?
- Nada, Sr. LesBaker. Ni bien ocurrió eso, cerré todo y me vine a lo de mi hermana a pasar la noche, para a primera hora llegar aquí nuevamente.
- Me parece adecuado entonces visitar su domicilio. Es extraño esto que propone.  Un enlozado de hace un año con pisadas de niño hundidas y un fresco en pleno verano, sólo dentro de su casa. Doctor, alístese, que nos vamos a Paraguarí.
- Si, señor!
- Ña Euge, siéntase cómoda aquí. Puede dormir cómoda, que aparte tiene agentes policiales de incognito cuidando el departamento. Nosotros volveremos en breve con nuevas buenas. Adiós!

Cuando a LesBaker le agarraba el ímpetu energético, no existe nada sobre la faz de la tierra que lo detenga. Además, apreciaba a esa señora, lo que traía consigo un afán de asistirla en lo que en sus manos estuviese.

Rentamos un vehículo y nos dirigimos a la casa de Ña Euge, cerca de la vieja Fruteria de la zona. En efecto, era una casa humilde, y ya desde el frontispicio se veía el citado enlozado de cemento.

Abrimos el portón y entramos. A pesar del calor, se sentía el fresco en el ambiente, lo que tanto a LesBaker como a mí nos provocó un poco de escalofrío, el por la temperatura y yo por lo que pudiese significar.

Eran las 16:30, pero entrar en esa casa hacía parecer que ya había oscurecido. Incluso, si un hombre no es supersticioso, puede sentir temblores de carácter místico ante lo inexplicable frente a sus ojos.

Pero LesBaker parecía inmutable. El sabueso avanzó dos pasos, se detuvo y dijo…

-          Y si volvemos otro día?
-          No estás hablando en serio, Jean!
-          No, en serio, Alejandro. Si volvemos otro día?
-          Que podría cambiar otro día? Que acaso no sentís lo mismo que yo?
-          Que, el fresco? Si. Esa sensación que es de noche? También…
-          Entonces, para que volver otro dia??
-          Porque tal vez otro día tendremos las respuestas que necesitamos. O me dirá que cree en fantasmas y esas cosas…
-          Soy un hombre de ciencia, pero me abro a las imposibilidades.
-          Ah, entonces tiene miedo, Alejandro.
-          No es tan difícil de entender, Jean. Ante lo inexplicable surgen las leyendas.
-          Y esto es acaso una leyenda? Bah, sabe que? Entre a la casa, entre y verá que no hay nada, ni huellas, ni fresco ni nada.

Fui tentado por LesBaker y ganando voluntad, ingresé. Y en efecto… La enlozada de la sala, donde se suponía que habrían huellas de un infante, no había nada.

Lo peor, es que ese fresco que sentí afuera, no lo sentía aquí dentro.

-          Jean, más vale que expliques… ¿Qué rayos está pasando?
-          Tengo varias posibilidades, Ale… Pero se cuál es la suya, la única que concibe como explicación certera y lógica.

Y Jean dijo lo que realmente no quería escuchar en ese momento, la que causó temblores en mi espalda, erizando cada pelo que contaba yo en ese entonces…

-          Ale, esta es una casa embrujada.

(Continúa en la 2da parte)