Cuentos sobre Jean LesBaker, amante y practicante de la Ciencia del análisis y la Deducción, y el Dr. Alejandro Mónaco, su socio y leal confidente. Abanderado de la nueva ciencia detectivesca. Basados en los cuentos y novelas escritas por Sir Arthur Conan Doyle.

viernes, 21 de enero de 2011

Un Estudio en Azul Marino (Parte Final)

Al regresar a nuestro departamento, el semblante de LesBaker era el de una estatua. Serio, calmado, absorto en sus pensamientos.

Había leído alguna vez "Estudio en Escarlata", y podía ver muchas similitudes en los caracteres de Sherlock Holmes y Jean LesBaker. Hasta hoy día no podría saber si es un modo coincidente por la parentela, o tan solo como una especie de homenaje.

El Dr Alejandro Mónaco, a sus 29 años,
cuando comenzaba sus aventuras con Jean
LesBaker.
LesBaker se percató de mi mirada hacia el, y esbozó una pequeña sonrisa.

- Veo que soy un elemento que amerita un estudio. ¿No es así, Doctor?
- ¡Jaja! Ha leído usted mi mente, Jean. Me resultaría divertido poder llegar a una conclusión acerca de su persona. ¿En que estaba pensando?
- ¿Me creería si le digo?
- Por supuesto.
- Estaba pensando en que me vendría bien una hamburguesa completa. Pero no se que negocio estaría abierto ahora.
- ¡Hamburguesas! - exclamé. - ¿Y el caso?
- El caso está resuelto, mi querido doctor. En el mismo momento que llegue Martinez, solo faltaria un punto mas que resolver. Dentro de 12 horas, minutos mas, minutos menos, tendremos a la responsable de esta estrambotica situación tomando un café en nuestra sala.
- ¿Tan confiado puede estar usted, Jean?
- No es confianza, Alex. Tampoco lo confunda con soberbia. Es certeza. Pura y simple certeza. Aunque mis antojos para nada decorosos puedan llamarle la atención, creo que le hace falta dormir algo. Hare lo propio yo también. Descansar un poco los ojos nunca viene mal.
- Ok. Pasaré a mis aposentos. Que tenga una buena noche, Jean.
- Que tenga un buen descanso, Alex.

Me retiré de la sala. Al momento de arroparme en la cama, oí a Martinez llegar. Después, me percaté de que LesBaker ingresó a su cuarto a descansar. Dormí solo una hora. Embarcarme en esta aventura me parecía algo maravilloso, y no salia de mi mente lo que dijo Jean. ¿Como una persona puede tener ese grado de confianza? Me parecía algo absurdo. Me levanté a las 5 de la mañana. Encontré a LesBaker hablando animadamente con Martinez acerca de su oficio.

- Buenos días, señores. Veo el espíritu animado que tienen tan temprano. ¿De que hablan?
- ¡Buen día, Alex! - saludó LesBaker - Le estaba contando a Martinez mi primer caso. Ya tendré tiempo de contarle a usted también.
- Buen día, Doctor - Correspondió el oficial. - La verdad, señor LesBaker, me sorprende. Me hubiese gustado contar con ese don.
- Ese don es de nacimiento, de genes y mucho trabajo, Martinez - respondió LesBaker. - Si se esmera, podrá llegar a tenerlo.

LesBaker estaba en la cocina, haciendo el desayuno. Debo adjuntar que Jean era un excelente cocinero. Nunca mas encontré unas creppes como las que el hacía.

Observabase 4 platos en la mesa. Cuando iba a apuntar el hecho, LesBaker me interrumpió.

- Espero no le moleste, Doctor. Pero invité al buen comisario Moreno a compartir con nosotros el desayuno. A la vez, hice un pedido de toallas de tela turca que se le gustará bastante.
- ¿Nos faltan toallas, acaso?
- Al contrario. Pero se podría decir que soy un coleccionista - Dijo LesBaker, esbozando una sonrisa.

En efecto, el comisario Marcelo Moreno llegó cerca de las 8. Después de las venias correspondientes, nos sentamos a la mesa. LesBaker hablaba animado acerca de las aceptabilidades de nuestra vivienda. Secundado por mi, disfrutamos de chistes bastante ácidos del comisario y del oficial, estallando todos en una risa muy contagiosa.

Eran las 11:30 cuando Martinez había preparado un terere, y sonó el timbre de nuestro departamento.

- ¿Esperamos a alguien, Jean? - Consulté.
- No se usted, pero yo si. ¿Recuerda el pedido de toallas?
- ¡Oh, si! ¿Es eso?
- Es eso. Y algo mas. Tengo entendido que usted tiene un arma reglamentaria del ejercito. Una Taurus 9mm. Por favor, preparela. Y ustedes, mis queridos agentes del orden, háganlo igualmente.

Nos mirábamos extrañados. Pero no quisimos discutir. Fui a mi habitación, y traje mi pistola.

- ¿Listos, señores?- Preguntó LesBaker

Asentimos. Entonces Jean se acercó a la puerta. Abrió. Había una mujer esperando.

- Pedido para el Sr. Jean LesBaker.
- ¡Ah! Las toallas, y usted, comisario, tiene su pedido igualmente en puerta. Señorita, no ofrezca resistencia. Sabemos que usted es la responsable de las muertes de los ex integrantes de Les Miserables Maricel Valiente,  Josías Urbieta y Augusto Perez. Se ve usted rodeada. Armas de fuego la esperan.

Cuando terminó dicha oración LesBaker, la mujer, tal cual como fue detallada, se abalanzó ante la humanidad  del sabueso. De un golpe lo derribó y trató de correr. Perseguida por mi, me percaté de su cojera. Sin embargo, ante la señal de "Alto", giró hacia mi y de un salto pudo desarmarme, y propinarme dos golpes que me dejaron consciente, pero con un dolor de quijadas. Pude observar al comisario Moreno abalanzarse por detrás. Sin embargo, con una pirueta la mujer, de aspecto asiático, liberabase de su aprisionamiento, y encajó dos golpes al abdomen del jefe policial, dejándolo sin aire y fuera de carrera. Solo quedaba Martinez, el mas joven de todos. Una ráfaga de golpes entre los dos convirtió a Martinez en un experto en boxeo. Pudo atajar dos golpes, pero no el tercero, una patada durisima hacia la ingle, que casi dejó en KO a Martinez. Sin embargo, al caer arrodillado el oficial, este sujetó la pierna de la fémina, y al caer ella de espaldas, tratando de reponerse, se vio encañonada por la Walther P99 de Martinez.

LesBaker se repuso, y exclamo.

- ¡Hija del demonio! Martinez, llevesela. Y Moreno, recuerde nuestro convenio.

El comisario, respirando apenas, indicó.

- Estará aqui para las 4 de la tarde. Espero el café con masitas, LesBaker.

La mujer, hecha una fiera, pataleando, tratando de sacudirse, fue ingresada en la patrulla policial. LesBaker y yo ingresamos al departamento, y nos sentamos agitados en el sofá. Nos miramos a los ojos, y nos reímos.

- No esperaba dicha reacción - manifesté-
- Yo si. Pero no esperé que fuese tan rápida. Bastó un golpe para dejarme fuera de combate. Lo que me lleva a una pregunta obligada: ¿Por que no disparó?
- ¿Para qué? ¿Para que nuestro casero nos suba la renta por agujeros en las paredes? Ni aunque mi vida dependiera de ello.

Respondí con una sonrisa, y fui retribuido con una carcajada de mi compañero de cuarto.

- Jean... ¿Como supo que era ella?
- Por una de mis salidas, Doctor - Respondió el sabueso. - En uno de mis recorridos por el Mercado 4, observé un negocio muy llamativo. El cartel rezaba: "Las mejores toallas turcas". Llamó mi atención y entré. Al entrar , pude ver a una mujer asiática detrás del mostrador. La misma tenía unos brazos bien moldeados. ¿Recuerda mi primera suposición? Esta llegaba al hilo. He aquí la conversación que tuve con ella:

"- Buen día, señorita. Busco un nuevo lote de toallas de baño.
- Pues aquí encontrará lo mejor. ¿Ha oído de las toallas turcas?
- Pues créame que nunca.
- Las toallas turcas son toallas especiales hechas de telas fibrosas, usualmente algodón. Son mucho mas suaves que las comunes, y ofrecen una sensación diferente cuando se utilizan. Permitame darle una muestra.

Cuando la mujer me pasa una muestra de tela, sentí la textura. En efecto, mas finas, pero con pequeños relieves. Mismos relieves que pude sentir en el cuello del fallecido Perez.

- Son bastante suaves. ¿No tendrá por si acaso, otros colores?
- Déjeme revisar. ¿Me espera un segundo? Iré a buscar el muestrario.

Al retirarse del mostrador, me di cuenta que ella tenía una cojera muy pronunciada. Eso bastó para que mi deducción se convierta en realidad. La dueña del local donde podíamos obtener 'Las mejores toallas turcas', era la misma que había asesinado a 3 personas.

Hice el pedido, y le dije que no tenía camioneta para trasladar. Entonces, ella se ofreció a hacerme llegar las mismas. Pensará usted: ¿Y si no era ella?. Me cercioré de que ella fuese nuestra delivery personal. Indiqué que me gustaría contar con la presencia de ella, ya que tendré otros amigos interesados en sus productos. ¿Y quien mejor para ofrecer los productos que la dueña misma? El resto, mi querido doctor, es historia."

- ¿Y todo eso probando unas toallas? - Consulté.
- ¡Jaja! Y todo eso mirando unas toallas.

Llegaron las 4 de la tarde, y nuestra puerta fue llamada. Al abrir la puerta, encontré a Moreno, Martinez y la mujer. Los hice pasar, y LesBaker los esperaba con el café con leche, té negro y masitas de maizena hechas por el.

- Comisario, el pedido es deuda. - Dijo LesBaker. - Haga pasar a la señorita. Martinez, las esposas no son necesidad. Además, me gustaría que se siente a merendar con nosotros.

Martinez observó al comisario, y Moreno asintió el pedido. La señorita, al ser liberada, masajeó sus muñecas. Se sentó en la mesa, y contrario a su figura, y a su carácter, habló con un tono dulce.

- Gracias, Sr. LesBaker. Antes que pregunte, mi nombre es Huan-Chi. Y soy silenciadora de Les Miserables.
- ¿Silenciadora? - Pregunté.
- Así mismo, señor. - Respondió Huan-Chi. - Soy su mejor asesina profesional.
- No me cuente lo que ya se, Huan-Chi. Quiero que ilustre los hechos a mis colegas, quienes se encuentran en la penumbra. Cuéntelo todo, sin omitir detalle alguno. - Increpó Jean LesBaker.
- Por supuesto, señor. Prometo no omitir absolutamente nada.

"Nací en la calle en el año 1988. Mi madre era una humilde trabajadora de la Chacarita. Falleció en 1989, contando yo con 2 años. Y fue acogido por uno de los silenciadores de ese momento. Fui entrenada en el arte del asesinato sigiloso por ese hombre. Muchos otros participamos de dicha organización. Tres de ellos, Maricel, Josías y Augusto, supieron sobresalir en otras áreas. Josías era un maestro en el momento de negociar. Maricel era una experta en la logística. Y Augusto, conmigo eramos los mejores silenciadores. Sin embargo, el maestro tenia mayor cariño conmigo. Eso ponía nervioso a Augusto. El primero en desertar fue Josías. Cuando se vio arrinconado por la policía, se entregó. Cumplió condena reducida ya que indicó donde estaban los primeros focos de entrega de las drogas. Maricel fue detenida en una redada en la Chacarita. Redujo su condena al entregar a Nestor Cabrera. Seguro lo recordarán. El principal distribuidor de la zona centro. Y Augusto, fue un descuidado. En un asalto fue descubierto, y trato de matar a un rehén. Tarde. La FOPE ya había ingresado a la casa y fue reducido. Entrego a nuestro maestro."

- La primera fue Maricel. Después Josías. ¿Cual fue la diferencia entre esos dos, y Augusto? - Preguntó LesBaker.

"Maricel y Josias lo hicieron por sus abogados. Cuando vieron que me acercaba, sabían lo que les esperaba. El honor, señores, es algo que la gente cree que se perdió. Pero en ellos dos, no. Cuando me vieron, se acercaron a mi. Me dijeron 'que sea lento y con sufrimiento. Me lo merezco'. Y cumplí con su pedido. Fueron muertos con honor. Y con honor murieron. Sin embargo, con Augusto fue diferente. Al verme, salio corriendo despavorido. Me lanzó su cachiporra. Pude agarrarla y lanzarla hacia el. Por desgracia, el siempre fue el mejor silenciador. Dio un salto, agarró la cachiporra, y la rompió en mi pierna, causando que esta se quiebre.

- Volviste. Pero no creerías que te lo daría tan fácil, ¿verdad, puta? - Me dijo
- El único que se merece ese mote sos vos. Traicionaste a la única persona que te dio todo.
- ¿Me dio "todo"? ¡Me dio sufrimientos! ¡Y me harté de ello! ¡Que se pudra en la cárcel! ¡ Les Miserables ya no existe!
- No creas. El está afuera.
- ¿Que? - Dijo Perez, tembloroso - ¿C.. Cuando Salio?
- Hace 3 meses. Y me pidió un favor que acepté gustosa.
- ¿Y cual es, puta?
- Que te la haga comer, ¡DESGRACIADO!

En ese momento, no se de donde saque fuerzas, pero me levanté y le propine una serie de golpes en el rostro, pecho y abdomen. Cuando cayó de rodillas, agarré la cachiporra partida a la mitad, y le propiné dos golpes certeros que bastaron para que el caiga inconsciente.

En el trajinar de la pelea, había perdido mi soga. Solo tenia una de mis toallas. Yo soy vendedora de toallas turcas. Y me ha ido muy bien. Pero nunca traicionaría al hombre que me dio todo. Cuando me lo pidió acepte. Agarré la toalla, vende mis dos manos, y la rodee por su cuello. Quería que sufra. Queme su cuello. Y para terminar, apreté lo mas fuerte que pude. Esto sucedía en Mariscal Lopez, en el viejo desvío del tranvía. Tome un taxi. El taxista me preguntó que había pasado. Atiné a decirle que se había desmayado, producto de las bebidas, y nos íbamos a su casa. La dirección ya lo saben. Creo, Sr. LesBaker, que ya sabrá el resto de la historia."

- Lo se, Huan-Chi - Respondió amablemente LesBaker. - Por favor, tómese su te en paz. Creo que no volverá a tener este lujo en mucho tiempo.
- Cierto, Sr. LesBaker - Respondió la muchacha. - Pero debe usted saber algo.
- ¿Y que cosa seria?
- El por que acudí yo ante usted, en la mañana de hoy. Fue por el pedido expreso de mi maestro. Sabe que usted existe, y que es la única persona a quien el puede llamar 'contrincante'. Sabia el que yo no seria suficiente para destruirlo. Pero que le gustaría jugar un juego. Un juego muy simple.

Al decir esto, la mujer sacó un cuchillo. Cuando Martinez se predisponía a dispararle, Huan-Chi se sacó la camisa. Mostró su torso desnudo, y con el cuchillo escribió unas palabras en chino. Luego se dirigió a Jean LesBaker.

- Este es el mensaje. "He movido mi primera pieza, detective. Le toca a usted".
- ¿Quien dice? - Increpó el sabueso.
- Le toca a usted descubrirlo, señor. Tenga en cuenta que he vivido mi vida con honor. Y con honor la terminaré.
- ¡No se atrev..! - Gritó LesBaker.

Ya era tarde. Huan-Chi incrustó la navaja en su yugular.

- ¡Maldita idiota! - Gritó ofuscado el comisario Moreno.
- No se ponga así, Moreno. Es como ella dice: Vivir y morir con honor. Eso entendieron las dos victimas. No la tercera. Y el peón de este señor vivió su vida en base a esos principios. Recuerde lo que le dije, Doctor: Honor, lealtad, respeto. Valores que creemos se han perdido.
- ¡Pero no había necesidad! - Grité.
- Para ella, si. Y con eso basta.

Retiraron el cuerpo dos horas después. Cuando la comitiva policial se retiró, LesBaker sirvió dos copas de vino, y me acerco una, mientras llevaba un cigarrillo en la boca.

- Bien, Alex. ¿Que le parece mi estilo de vida?
- Bastante interesante. Espero me pueda incluir en ella como un fiable compañero de aventuras.
- Ya esta dentro. ¡Bien! Les Miserables. Doctor, ¿recuerda el mensaje que Huan-Chi escribió en su cuerpo, antes de suicidarse?
- Lo recuerdo, pero no lo entiendo.
- Es chino. Decía: Rúguǒ kěyǐ, yú huò
- ¿Y que significa eso?
- "Atrapame si puedes".

Eso causó que por mi frente pase una gota de sudor frío.

- Prepárese, Doctor. Vendrán tiempos oscuros por la ciudad de Asunción. Por ese mismo grupo que causó estragos hasta hace 3 años atrás. Dirigidos por un hombre que conoce de "honor", pero no de escrúpulos.
- ¿Lo conoce, Jean? - Consulté
- No. Pero conozco su apellido.
- ¿Cual es?
- Blackmind.

Jean LesBaker estaba absorto en sus pensamientos. En ese punto le hice acotar:

- Piense en esto, mi querido Jean: Sherlock Holmes y el Profesor Moriarty.
- Si. ¿Que pasa con eso?
- Que tenemos un enemigo, como Holmes y el Dr. Watson.
- ¡Jaja! No creerá en novelas, ¿verdad, Doctor?
- Creo en la verdad, Jean. Y veo conveniente comenzar a escribir esto. Nuestras aventuras. Algún día lo vamos a necesitar.

En ese punto, Jean LesBaker se paró erguido, tomo la pipa, la encendió y mirándome a los ojos y en un tono muy jovial me contesto:

- ¡Plenamente elemental, mi querido Mónaco!

(Fin)

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